La Quiniela Misionera, el nervio motor del IPLyC SE, cumple 46 años

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La Quiniela Misionera celebrará este sábado, 46 años de permanencia en el mercado, manteniendo su liderazgo entre los juegos de azar. El 11 de agosto de 1972, después de oficializarse la Quiniela Misionera con la apertura de alrededor de diez agencias adjudicadas en Posadas, se realizó el primer sorteo utilizándose la extracción de bolillas de la Lotería Nacional.

A pesar del paso de los años, jugar a la quiniela continúa siendo una tradición entre las familias de la provincia. La inmediatez en la resolución del premio y la cantidad de sorteos que existen actualmente (La Primera Matutina, Matutina, Vespertina, Nocturna y Nocturna Plus) gracias a la incorporación de nuevas tecnologías en la captura de apuestas, son otros puntos a favor de su expansión y favoritismo entre los clientes.
Como parte de los festejos aniversario, este sábado 11 se realizará un sorteo extraordinario durante la emisión de la Quiniela Nocturna, que pagará 700 veces a las tres cifras del primer premio, con la participación de la Lotería de la Ciudad (Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y de la Provincia de Buenos Aires.

Abriendo caminos

Más allá de las adversidades propias de la época, de aquellos primeros tiempos quedan muchos y gratos recuerdos. Tres empleados con 40 años de servicio compartieron su experiencia y rescataron valores de solidaridad, compañerismo y humanidad.

Humberto Valentín Guillermo “Betole” Benítez (60):

Ingresó al organismo el primero de agosto de 1977. Recordó que los martes y los jueves el sorteo se complementaba a través de Lotería Nacional, y se escuchaba a través de una radio Tonomac que aún se conserva en la imprenta del Instituto. “Se escuchaba a la noche y muchas veces dependía de las condiciones climáticas. Los otros días se hacía por bolillero propio”. contó.

Respecto a la captura dijo que “nos manejábamos con libreta. Las agencias se dividían por zonas: Apóstoles, Oberá, Puerto Rico y Eldorado, y los agencieros eran quienes acercaban los tickets a Posadas en forma diaria para hacer la rendición. Se traía en dos paquetes, uno con los originales y otro con los cuadruplicados”. En el año 1981 “comenzamos a viajar todos los días para traer las jugadas del interior teniendo en cuenta que se comenzaron a abrir más agencias. Así, en cada localidad más importante había una. Llevábamos un cofre de seguridad donde se cargaban los originales”.
Con el paso de los años, el Instituto se comenzó a expandir. Se consiguió un local propio y desde la sede de calle Córdoba entre San Lorenzo y Colón –al lado de Casa Zachert- se pasó a Córdoba 1820 para el funcionamiento del área Juegos y de Presidencia. La administración continuaba en Ayacucho y Córdoba. La nueva casa trajo aparejado el crecimiento, con local y unidades móviles propias porque anteriormente se movilizaban en un vehículo prestado por el IPS. “Cuando asumió (Toyosabro Guillermo) Yamaguchi mandó a comprar un Ford Falcón para presidencia. Y luego los móviles para ir a buscar las jugadas del interior”, agregó.
Cuando Benítez ingresó, con apenas 19 años, no sabía en qué área se iba a desempeñar. Siempre fue auxiliar administrativo y con el paso de los años “me insistían que me pasara a la administración, pero me encariñé con el tema de los sorteos. A la tarde había que venir a hacer horas extras porque los premios se pagaban por caja en ambos turnos y eso demandaba una tarea enorme. De las tareas que abarca el área de sorteos me faltó ser niño cantor y escribano”, comentó entre risas. Por lo demás, “hice todo: desde chofer de los chicos, lavar las bolillas, pesarlas. Las bolillas eran mil y había que separarlas por cajas, por centenas, después de cada sorteo. Eran verificadas por los escribanos de turno antes de ingresarlas al bolillero. Esa tarea la cumplí por años”.
Sostuvo que “la nuestra, es una provincia donde se valora la existencia del vendedor ambulante, el puesto fijo, porque en otras solo hay agencias. Acá se brinda salida laboral, se le brinda la tecnología. Para mí el IPLyC SE es un ejemplo a nivel país”.

Marta Giménez (62):

Comenzó a prestar servicios el 11 de septiembre de 1978. Para ella, el IPLyC SE es una gran familia que, debido a la vertiginosa expansión, fue perdiendo algunos condimentos. “Hoy muchos chicos de los que gateaban bajo los escritorios, hijos de empleados de la institución, son nuestros compañeros de trabajo”, manifestó, emocionada, casi del mismo modo como cuando junto a Benítez y Otazú recordaron a los compañeros que ya no están físicamente.
“Tenía 22 años cuando entré. Conocía más o menos el trabajo porque con varios compartíamos la amistad en otro ámbito y sabía lo que hacían”, confió. Calificó el proceso como “algo hermoso. Había mucha dedicación y había que trabajar. Era un grupo fabuloso, que fue creciendo en todos los aspectos. No solo dando trabajo a la gente de afuera, a más agencieros y vendedores, sino en lo que respecta a nosotros mismos. En el sentido personal, criamos a nuestros hijos, los educamos”. El Instituto “nos dio posibilidades. Recibimos capacitaciones y también capacitamos. Además de los problemas que se suscitan, que son normales, todos están contentos porque con los aportes la provincia creció en general, nos expandimos, compartimos juegos con otras provincias. Y la tecnología aportó su granito de arena. Todos procuran, luchan, se esfuerzan para seguir en el sistema, para seguir creciendo”, dijo quien tuvo vínculos con la Quiniela Misionera por 27 años y desde hace 14 cumple el rol de inspectora.
Para Giménez, “es un privilegio llegar a esta altura del partido, es una emoción seguir compartiendo con compañeros de las primeras épocas, y hay que dar gracias a Dios que sigamos unidos, trabajando y que esto siga abriendo puertas para los que van viniendo”.

Raúl Alfredo Otazú (65):

Comenzó a desandar el camino, hace 41 años, un primero de agosto.
Se llamó a concurso para cubrir vacantes y luego de rendir un examen en 1976, ingresó en agosto de 1977 como auxiliar de quiniela. “El Instituto se había iniciado hacía cinco años y éramos pocos. Para el examen tuve que prepararme en el manejo de la Olivetti que era una máquina que se usaba para sumar las libretas, ya que el sistema era todo manual. Esto además de una serie de preguntas que debí responder sobre licitación pública y la parte administrativa”, contó.
“Vimos toda la transformación desde los bolilleros de madera porque si bien ingresé como auxiliar, fui jefe de sorteos, estuve a cargo del control. Estuve 30 años en la parte de juegos, completando el ciclo (Lotería, Quiniela, Loto, Quini 6), y ahora estoy como subresponsable en el área de Casinos”, graficó. Hizo muchos cursos y recibió capacitación permanente. Pero destacó particularmente cuando “salimos del sistema manual y pasamos al computarizado. A través de esas capacitaciones, tuvimos que pasar nuestros conocimientos a toda la Red de Ventas”, sostuvo, sin evitar emocionarse, ya en los umbrales de la jubilación.
Rememoró que, en esos tiempos, “viajábamos a hacer la recolección y la traíamos. Pero se fue transformando. Hoy es proceso es online. Era muy sacrificado porque había que volver en el día. Se trabajaba de mañana, de tarde, y a la noche se hacían los viajes. Si bien teníamos muy buenos choferes, algunos tramos de la ruta 14, por ejemplo, era de tierra. Nos quedábamos empantanados y teníamos que bajar a empujar el vehículo, y venir con la jugada. Toda una vida de sacrificios, siempre cumpliendo con nuestra labor de manera honrada, pero también de satisfacciones”.
Para Otazú, el Instituto es una fuente generadora de ingresos y considera que el crecimiento “tiene que ver con los empleados, que son los pilares. Porque los gerentes, los presidentes, vienen con ideas nuevas, nuevos proyectos, pero cumplen un ciclo y los empleados son los que quedan y tienen que adecuarse. Quedan los recuerdos gratos e ingratos, pero siempre con la misma actitud, la misma predisposición”.

Foto: Otazú, Giménez y Benítez, en la sala de sorteo del Instituto, inaugurada recientemente. E imágenes antiguas.

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